Soledad camina entre el frío y las luces del invierno.
La cara le brilla cada vez que saluda a un conocido.
Cordialidad sincera que se torna fingida en cuanto deja de haber conocidos en su campo de visión.
Soledad está rodeada de gente pero se siente sola. No presta atención a las calles de nombres evocadores. No ve más allá de la burbuja en la que ha instalado su alma.
Soledad quisiera tener alguien cerca a quién contarle lo que la aflije. Tiene amigas y madre y hermanas, pero ninguna parece poder consolarla.
Soledad querría cruzarse con una mirada especial, confidente, que la rescatara de su fortaleza de soledad.
Soledad saca las manos enguantadas de sus bolsillos y deja que sus dedos rocen las de los demás.
Es Navidad, pero la gente aparta las manos cuando nota un contacto cálido.
La gente tiene miedo a tocarse, a ser tocada.
Hoy ella no encontrará esa mirada.
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