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Mi capa

Oscar Wilde dio una gran definición de la Moda: Después de todo qué es la moda? Desde el punto de vista artístico una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses.

Las capas ya no están de moda. Y es una lástima, porque poca gente sabe que están directamente relacionadas con el alma. Se podría decir que el alma es una gran capa. Del color que cada uno quiera, con el corte que vaya con la personalidad de cada cual. La forma y el color es lo de menos. Lo que realmente importa es que tenga el mayor número de remiendos posible:

A lo largo de la vida nos encontramos con personas: familiares, amigos, amantes,... a los que entregamos un trocito de nuestra capa. Cada vez que damos un fragmento, la capa pasa a tener un agujero. Este agujero es cubierto, a su vez, con los pedazos de capas que recibimos de otras personas. A veces nos dan un pedazo más pequeño que el que habíamos entregado. Otras veces es más grande y podemos cubrir otros huecos o, incluso, agrandar un poco más la capa.

En ocasiones se sufren grandes decepciones: un amor no correspondido, una traición de un buen amigo, y el hueco que queda en tu capa parece que nunca podrá ser reemplazado. Por ahí entra el frío, que es como la soledad o el miedo, sentimientos que se hacen más grandes cuanto más tiempo se les dedica.

Pero si se ha escogido bien, si la tela de quienes te has topado a lo largo de tu periplo es de buena calidad; Si te dejas arropar por las capas de quienes te quieren y desean lo mejor para ti, esos agujeros se remiendan y el frío desaparece.

Estoy orgulloso de mi capa. Es grande y está llena de parches de todos los tamaños, colores y formas.

Y hoy la miro antes de ponérmela para salir a la calle y sonrío, agradeciendo a todas y cada una de las personas que han contribuido a su tejido. Y sólo espero que los trozos que he repartido a lo largo de mi camino abriguen a quienes les entregué un pedazo de la mía.

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Armadura de batalla



Sir William Afraid miraba en derredor sin decidirse por ninguna armadura en particular. Anvyl, el herrero, salió de la trastienda con una coraza que, a su parecer, podría ser del gusto de su exquisito cliente.

- Demasiado ostentosa, quizás, querido Anvyl.

- Es ligera y resistente. Permite una gran movilidad y posee una delicada filigrana de oro con el motivo de los dos dragones con las cabezas cruzadas, el escudo de su feudo.

- Ya pero es que, verá, busco una armadura más de batalla.

- ¿De batalla?

- Sí, más sufrida. Al final siempre acaba manchada de barro, sangre y ceniza.

Anvyl abrió la boca y la volvió a cerrar varias veces sin emitir ningún sonido. Sir William Afraid era el primer noble que conocía que renegaba de las florituras propias de su rango. Lo normal era abusar de los metales preciosos, muy maleables pero poco resistentes. Lo habitual era el exceso en adornos, heráldica y sellos de familias de apellidos enlazados con “de” para tener más alcurnia. Y las plumas. Les encantaba llevar plumas en el casco. Y de colores. Y no unas plumas de aves rapaces, de majestuosas águilas o feroces gavilanes. No. Te pedían plumas de faisanes y pavos reales. Les gustaba emperifollarse y cabalgar en corceles llenos de colores y adornos que conseguían atraer la atención del enemigo desde cientos de metros de distancia. Y ahora llegaba Sir William Afraid y le decía que quería una armadura sin adornos:

- ¿Más de batalla, entonces?

El noble se enfundó sus guantes de terciopelo y, calzándose el sombrero de ala ancha, se despidió de su humilde herrero:

- Sí, querido Anvyl. Algo que funcione. Que no se destroce con una estocada. Algo que me permita pasar desapercibido.

El bueno de Anvyl se sorprendió a sí mismo con una lágrima de emoción cayéndole por la mejilla. Por fin iba a poder hacer el trabajo de su vida.

- ¡Héctor, prepara la fragua!

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Mantas

Hoy hace frío y las mantas tiritan de soledad. Algunas están estiradas y pulcramente dispuestas en las camas. Otras están arrugadas formando un ovillo. Todas ellas están heladas, deseando que un cuerpo cálido se cubra con ellas. Se han pasado todo el día a solas y a expensas del aire frío de estos días que se tornan noche a partir de las cinco. Y ahora que la aguja de las horas vuelve a acercarse a su zenit, las mantas se regocijan ante la idea de que alguien se envuelva en su interior, esparciendo su aroma y su calidez. Alguien que propague su suave calor a una pieza que sólo sabe dar abrazos. Hace frío, pero cuando cae la noche las mantas se alegran de tener a quién calentar.

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Pensar en presente

Este post debe leerse con una canción de Madeleine Peiroux de fondo… This is heaven to me…

http://www.lastfm.es/music/Madeleine+Peyroux/_/This+Is+Heaven+to+Me?autostart

ó




Estaba sentada en su rincón favorito del Café Trípoli. Se levantó lentamente sin poder evitar escuchar a dos mujeronas emperifolladas y recubiertas de pieles y joyas como si no hubiera nada debajo de toda esa parafernalia. Hablaban mal de alguien que no estaba presente. Ella les sonrió educadamente y salió del café al frío de la tarde de noviembre.
Se puso su gorro de lana gris, se apretó el abrigo contra el pecho y salió contenta a la calle. No sabía a qué se debía, pero todo le arrancaba una sonrisa. Una niña que protestaba porque quería el traje de Cenicienta que había visto en el escaparate de la tienda de disfraces de Morris Soto, un perrillo juguetón que había enredado su correa entre las piernas del joven que lo paseaba, un señor serio y obtuso esperando en la parada del autobús que se puso a hacer carantoñas a un bebé que miraba estupefacto y no sabía si reír o llorar.
El autobús se detuvo y ella entró sonriendo. El conductor le devolvió la sonrisa. La gente iba seria, gris, mirando a ningún sitio dentro del bus. Miraban la hora deseando llegar a sus destinos. Miraban las luces de fuera sin verlas. Y ella los veía a todos ellos y se sentía dichosa. No los compadecía. Tampoco los envidiaba. Sólo se sentía bien y pensaba que todos ellos podrían estarlo también. Que la felicidad no está en ningún sitio y también puede encontrarse en cada pequeño gesto.
Presionó el botón de parada. El autobús se detuvo. Antes de bajar se despidió de una niña junto a la salida que llevaba un globo de un ratón cabezudo con orejas negras y parabólicas. La niña le devolvió el gesto con la mano y balanceó con alegría unas piernecitas que todavía no alcanzaban al suelo.
Avanzó hacia su portal, deshilvanando un pensamiento que la hizo sonreír de nuevo. A lo mejor ése es el secreto que explica por qué se siente tan bien. A lo mejor es tan sencillo como volver a ver las cosas como cuando éramos niños. Como cuando no llevábamos reloj y el futuro no nos importaba porque quedaba muy lejos. A lo mejor es tan fácil como aprender a disfrutar de lo que ocurre ahora mismo sin estar pendientes de qué ocurrirá a continuación.

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Se busca letrista

Afamado músico y arreglista busca letrista que complemente su última composición. Precio a convenir (en forma de royalties, regalías, ya se vería).

He intentado subir una muestra de la música pero esto de Internet no se me da muy bien y no consigo colgar el tema.

Tampoco he podido subir la partitura porque no sé solfeo (soy autodidacta y toco de oído. De verdad. Yo escucho una melodía y en dos minutos te la saco con el órgano).

Dejo aquí la referencia de la música. Nota: toca en escala Sol y a ritmo allegro.

Titititíííííí Titititííííí
Tu-pa, tupá-tupá, tu-pa, tupá-tupá
(puente)
Chan! chananana chananana nanano
Chana! chanana chanana chanana chanana
Psssssstttt tupÁ!
(Estribillo)
Tiri tiriruri tirirú, turiro turiró turiro turitíííí to
Tiri tiriruri tirirú, turiro turiró turiro turitíííí to
Tararara Tararaaaaaaaaaaaa
(coro)
Chinín, tintirotiró tiriri tiriro titó (chinín chinín)
Guarangua guanguara twubidú, guarangua guanguara twubidí dubidú
(solo)
Tiritititíiiiii turiruríi totitotó taruritutiritotatúúúú
turiruriruriruriruriruri tuííííi turururutirurururíííí
Tupá-tupá
(puente)
Chan! chananana chananana nanano
Chana! chanana chanana chanana chanana
Psssssstttt tupÁ!
(Estribillo)
Tiri tiriruri tirirú, turiro turiró turiro turitíííí to
Tiri tiriruri tirirú, turiro turiró turiro turitíííí to
(Estribillo)
Tiri tiriruri tirirú, turiro turiró turiro turitíííí to
Tiri tiriruri tirirú, turiro turiró turiro turitíííí to

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a narrar

Parece que todo vuelve a su cauce. Parece que las cosas tienden a ser como solían. Como les corresponde. Como mejor están. Equilibradas.

Ahora que las ideas se le han ido acumulando en el interior de la mente durante meses, como si de pequeñas bolitas peludas dentro de una caja se tratara, ahora que éstas juegan alborotadas porque ya no tienen espacio en su cabeza, empiezan a desfilar ante sus ojos historias y argumentos.



Siempre estuvieron ahí, pero durante un tiempo dejo de verlas con mirada narrativa. Quizás fuera por pragmatismo. Muy probablemente por pereza. Pero él está infectado. Hace mucho tiempo que le picó el gusanillo de narrar, de contar las cosas tal y como las ve y, aunque se tome descansos, siempre vuelve.

Ya se fue en una ocasión y volvió en otra. No le cabe duda de que volverá a marcharse, pues en esto no puede evitar sentirse como un mar atraído y repelido por una Luna juguetona y caprichosa. Pero ahora ya no piensa tanto en el futuro y prefiere centrarse más en lo que está ocurriendo que en lo que sucederá. Quizás sea porque lo que está aconteciendo ahora mismo pasa a ser pretérito tan pronto como se lee. Probablemente no quiera que sus pensamientos distraídos, sus ideas peregrinas y sus ocurrencias de bombero queden extraviadas en los surcos de su memoria.

Desconozco la razón y tampoco me interesa. Sólo sé que quiere volver a narrar.

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Música de Ciudad Idilio

En estos tiempos en los que apenas me queda un segundo para sentarme y contar lo que ocurre por las calles de Idiliópolis, me conformo con recopilar las canciones que inspiran o provocan alguna de sus historias. Podéis escucharlas tanto en el 'gadget' de la derecha como en este mismo escrito:











Espero que las disfrutéis y que, a falta de palabras, buenas sean las notas musicales.

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No tengo

No tengo nada que callar. No tengo nada que decir. No tengo nada y nada me importa.

No tengo miedo, no tengo sueño, no tengo techo ni tengo dueño.

Conmigo está el Alba que me encontró extraviado un sábado por la mañana.

Conmigo la desconocida que siempre acabo conociendo en un avión, en un autobús, en una estación.

Consigo encontrar unos ojos en los que perderme y la soledad se lleva consigo las ganas de ganarme.

Lonely as you
Cargado originalmente por wonderfulhorriblelife

Me duermo besando los lunares de su espalda y al día siguiente desaparece tal como vino.
Y como vino me embriaga de nuevo la soledad que siempre parece volver para hacerme compañía.

No tengo nada y nada me importa. No tengo nada que decir. No tengo nada que callar.

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Avenida de los Contadores

En las muchas generaciones que han pasado por esta ciudad, nadie se pone de acuerdo acerca del poder que dicen que emana de la Avenida de los Contadores. Algunos atribuyen sus propiedades al hecho de que aquel era el barrio natural de los Alquimistas hasta hace poco más de medio siglo. Así lo atestiguan los símbolos alquímicos en los bordillos de las aceras y los blasones en las puertas de las casas. Otros argumentan que por esa avenida discurre una línea de Dragón, una especie de arteria energética de la Tierra cuya poder despierta las facultades y discernimiento de quienes por allí circulan. Los más escépticos sencillamente opinan que a esa calle le ocurría lo que al Templo de Delfos: que hay una fuga de gas natural que provoca visiones y que unos cuantos hacen negocio a partir de ello.


Sea como fuere, y hasta donde yo sé, en esta avenida siempre han vivido los relojeros y orfebres más renombrados de la ciudad y el lucro lo han obtenido a partir de su trabajo y no con artimañas de adivino ambulante.
El caso es que, por una razón u otra, esta avenida tiene la peculiaridad de mostrarte números. Cifras aparentemente sin sentido que algunos iluminados están convencidos de que significan algo. Pueden aparecer de las formas más diversas, pero casi todos coinciden en que su significado es claro: son cuentas de segundos.

Un conocido vecino de Idiliópolis llamado Antonio Tasco, por ejemplo, asegura que cada vez que pasa por esas aceras su reloj digital le muestra la cantidad de tiempo que ha pasado a lo largo de su vida atrapado en atascos. Se ha visto a melancólicos enamorados y desenamorados merodear por los alrededores esperando encontrar una cifra que les diga cuánto tiempo les queda para estar con su amor. Por allí circulan ludópatas obsesionados por dar con la combinación ganadora de su juego de azar favorito o, al menos, con la cantidad de tiempo que les resta para encontrar, por otros medios, dicha combinación.

El problema es que si no tienes la cabeza muy clara, esta calle puede alborotarte; Tienes que estar muy concentrado en la cuenta que quieres que te sea desvelada. O, al menos, eso dicen. Puede ocurrir que circules con la sana intención de averiguar, por ejemplo, cuanto tiempo falta para que ocurra alguna cosa y, si por una de esas, te viene a la mente que hace mucho que no ves a tu amigo del alma, la cifra que aparece como una especie de fuego fatuo puede representar la de tu cuenta atrás o bien la del lapso de tiempo pasado desde la última vez que viste a ese amigo.


Uno no termina de saber si tomar por ciertas esas cifras puesto que, casi con toda seguridad, aparezca la cifra que aparezca danzando como fuego flamígero (al menos a mí me aparecen así), se corresponderá con alguna cantidad de tiempo: el pasado desde la última vez que viste un relámpago en el cielo, o que miraste con deseo a una mujer o el que falta para que te venga la próxima factura de teléfono.


Quizás ése sea uno de los encantos de la calle. Nadie pone en duda el hecho de que los números fantasma aparecen ante los ojos de los transeúntes de la Avenida de los Contadores (hay crónicas que narran que en siglos pasados se aparecían en forma de números romanos, o sea que esto viene sucediendo desde tiempos inmemoriales), lo que no está tan claro es porqué ocurre y qué significan cada una de las cifras. Tal vez sea mejor así. A veces es preferible vivir con la tranquilidad que da la imprecisión del tiempo, que se hace largo cuando te asedia el tedio y pasa volando como el zumbido de un zángano cuando más estás disfrutando.

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Deseo




Este año tengo una sola propuesta. Quizás la más grande que haya tenido. Para este año sólo te deseo a ti. Lo demás lo puedo conseguir por mí mismo poniendo mayor o menor empeño. Lo demás puedo alcanzarlo gracias a los deseos de mis seres queridos.

Pero la única cosa, el único anhelo, la única imagen que se me dibuja en la oscuridad de mis párpados eres tú. Eres el único deseo que no depende enteramente de mí. Te deseo todas las cosas buenas que puedan pasarte. Te deseo que una de esas cosa sea yo.

Te deseo.

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